03 octubre 2010

Hoy, rutina, ruidos...




Es curioso como nos acostumbramos a los ruidos. A su presencia y a su ausencia.

La bulla del ir y venir del personal del hospital, de enfermos y cuidadores, se confunde con los coches presurosos de la calle, el canto de gorriones y golondrinas, el tañer de las campanas y el incesante trasiego de la gente caminando a toda prisa, aunque no vayan a un lugar concreto.

Hoy Javi no ha querido levantarse. A duras penas ha consentido su aseo y he sido yo la que ha tenido que terminar de arreglarlo porque aún no se fía de las nuevas auxiliares.

Al quedarse en cama nos hemos privado los dos del pequeño paseo por el patio, la parada a la sombra del único banco que permanece sin sol al menos hasta las once y poco de la mañana.

Tampoco hemos podido sentarnos junto a la cristalera del vestíbulo desde la que cotilleamos a los transeúntes y que hace que el reloj corra un poco más de prisa.

Después de desayunar la habitación recupera la calma y Javi tumbado mira al patio a través de la ventana que hay junto a su cama. Es amplia y deja pasar toda la luz y la brisa aún fresca de esta mañana de Julio.

Salvador, su compañero de al lado, dormita en el sillón a la espera de que lo bajen a rehabilitación, donde hoy va un poco más contento con las zapatillas nuevas, y ya de su número, que alguien le compró ayer.

Por el pasillo deambulan otros “inquilinos” con sus andadores. Un enfermo apoyado en un bastón pasea a otro guiando la silla de ruedas con la mano que le queda libre, que no es precisamente la más hábil.

Es curiosa esta rutina. Todos luchando por recuperar fuerzas, por volver a valerse por sí mismos en un empeño titánico por aferrarse al mundo de los vivos.

Da igual los años que tengan y las dolencias que padezcan. El instinto de supervivencia emplea todas sus armas para no desfallecer.

Si ese instinto, si esas fuerzas y esas ganas las empleáramos cuando estamos sanos, o medianamente fuertes y cuerdos, para llevar una vida más equilibrada y para luchar por un mundo más justo y más humano, tal vez, sólo tal vez, el viaje de la vida se nos haría más llevadero.

Pero está demostrado que ni el contacto directo con las miserias humanas nos hace cambiar un ápice nuestras formas, nuestras néuras, esas que no nos dejan ver en el día a día el lujo de disfrutar de un bello amanecer o de la sonrisa sincera y cercana de alguien querido.


De: "Cosas que pasan"  [http://lacomunidad.cadenaser.com/cosas-que-pasan/posts]

1 Opiniones:

Magda E. dijo...

Premio en mi blog.
http://peligrosasdiscusiones.blogspot.com
(:
Besos helados