21 octubre 2011

Chocolates y condones

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Ella tenía 15 años, y yo tenía 11. Ella compraba condones y yo chocolates. Ella era linda, tan desarrollada, tan mujer para su corta edad, a ella le encantaba escaparse con su enamorado.
Mientras que a mí me gustaba ir a una de las tiendas de mi barrio y con mi propina comprarme chocolates, los más ricos, y grandes que había. Ella también compraba los más ricos y grandes condones, los de sabor a fresa, y en tamaños que yo no comprendía.
Con mi propina yo hacía una lista, una lista de los chocolates que me iba a comprar, borraba, y agregaba diferentes marcas a la lista, tenia q pensar muy bien que quería comprar en la tienda, porque una vez que comprara las cosas, el dinero desaparecía y quería disfrutar al máximo de todos los dulces. Ella no hacía ninguna lista, ella sabía lo que quería, no era como yo de indecisa y temerosa con las cosas que elegía, ella no tenia que pensarlo mucho, solo iba y compraba sus condones.
Lo único que compartíamos es que ella también disfrutaba al máximo lo que compraba, eso me decía.
A las pocas horas de comer mis chocolates, seguía siendo la misma persona, la misma niña de 11 anos con problemas, dudas, y alegrías de siempre, ella no, ella todos los días era diferente, cada vez mejor, cada vez más linda, más segura de sí misma. Me dije entonces que lo que ella compraba si valía la pena, mis chocolates ofrecían alegría momentánea, pero lo que ella conseguía de sus condones era diferente, parecía eterno. También me dije que era una egoísta, cuando compraba mis chocolates no los compartía con nadie, en cambio ella decía que sus condones eran para ella y para ‘’el’’, y se escondían para disfrutarlos, al menos ella los compartía con alguien, no como yo, que me los comía todos también a escondidas sin decir nada a nadie.

Ella tenía 17, y yo 13. Ella estaba a pocas semanas de dar a luz. Ella compraba ropa de bebé con lo que le alcanzaba de su propina. Y yo me encontraba en un nuevo país, seguía comprando chocolates… Y agregué a mi lista un delineador negro para ojos.
Ella gastó en vano su dinero.


De: "Here we go..." [http://zoe-herewego.blogspot.com]

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16 octubre 2011

Manos sucias

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De lo que aprendí gracias a ti...


Otra de las cosas que se aprenden con el tiempo es que hay que pringarse las manos. Cuando comes pollo, cuando haces castillos de arena en la orilla de la playa, cuando cocinas, cuando juegas con niños y un bote de plastilina, cuando amas.

Tan sólo lograrás disfrutar el momento si dejas de intentar controlarlo todo, si te ensucias, si te lanzas, si te despreocupas, si arriesgas. La mayoría de las veces, un par de manos sucias se corresponden a alguien que se divierte... que disfruta la vida y valora lo que de verdad importa.

Ésa, ésa es la gente que quiero en mi vida. Gente que se pringue conmigo. Y después que nos quiten lo bailao, qué demonios.



De: "Una de rizos" [http://beabiofrutas.blogspot.com]

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10 octubre 2011

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Nunca me acuerdo de ti cuando me meto en la cama, y menos si estoy acompañada. No eres lo primero que pasa por mi mente cuando me levanto, y lo único que la ocupa es una nebulosa gris que sólo se empieza a diluir con los primeros sorbos del café, ya sabes sin azúcar y sin leche. No hablo de ti cuando voy borracha, en esos momentos sólo pruebo nuevas lenguas con las que poder redefinirme. No, no eres en la que pienso cuando follo con otras personas, en esos momentos mi mente egoísta no piensa en nadie, y menos en ti. No eres a la que mando mensajes cuando estoy muy puesta y muy sola, cuando necesito caricias rápidas y precisas.

No, no eres ninguna de esas personas en las que me escondo.

No, no eres ninguna de esas personas de las que luego rehuyo.

Eres en la que pienso cuando alguien me dice: “te quiero”.


De: "Candela en el armario" [http://candelaenelarmario.blogspot.com]

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04 octubre 2011

Anónima

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Se pasaba el día colocada, ocultando con humo y baños de alcohol cualquier relámpago que se atreviera a cruzar su mente. El pelo enmarañado, grasiento que empezaba a aglutinarse en pequeños mechones, mostraba las semanas que llevaba sin usar una gota de agua limpia. Su cara totalmente desfigurada, los ojos secos, el tabique roto y la boca podrida, se alimentaba de miradas con odio, de arcadas y cambios de acera.

Una camiseta tres tallas más grande cubría su pecho caído, sus brazos delgados y su torso lleno de costras, los pantalones tenían pinta de ser parte de un uniforme de gasolinera y calzaba unas zapatillas de andar por casa amarradas con una cuerda de embalaje que iba erosionando la poca piel seca que le quedaba en los tobillos.

Ni familia, ni amigos, ni conocidos, otra persona sin nombre, viviendo en un callejón el cual nadie nombra y siendo apaleada, violada y repudiada por gente con demasiados nombres.


De "Matisse-Morte" [http://matisse-morte.blogspot.com]

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