13 enero 2011

Pelota


Cuando era chica creía ciegamente en la existencia de los Reyes Magos.
En mi familia, el 5 de enero por la noche se festejaba tanto como la Navidad.
Mi abuela solía cocinar para todos mientras nos aseguraba que era la noche más mágica de todas, la noche en que todos los niños buenos recibían lo que habían pedido en sus cartas.
Mis primos y yo esperábamos impacientes para recibir nuestros regalos, que eran dejados en la puerta de la casa, mientras espiábamos disimuladamente el cielo, buscando la estela dejada por los camellos cuando bajaban hacia nosotros.
A mis 5 años estaba totalmente convencida que me traerían lo pedido: una pelota de fútbol.
No era una nena típica. Las chicas de mi edad jugaban con muñecas o adoraban vestidos y tacos altos como los de las señoras grandes.

Yo no.

A mi me gustaba jugar al fútbol en la vereda, mancharme la ropa y andar por ahí con las rodillas bien sucias.
Era muy varonera.
Mis padres no veían con buenos ojos mi comportamiento e insistían siempre en recalcarme que debía portarme como una señorita y que jugar a la pelota no era cosa de niñas.
A pesar de mi corta edad comprendí que nunca me comprarían una así que tuve que recurrir a Papá Noel quién hizo caso omiso de mi carta.
Los Reyes eran mi última esperanza.
Ese 5 de enero de mis 5 años, mientras miraba el cielo y contaba las estrellas tratando de mantenerme despierta, imaginaba la cantidad de partidos que jugaría con mi regalo.
A medianoche, como la tradición marcaba, mis primos y yo corrimos a la puerta para encontrarnos con una montaña de paquetes .
Busqué hasta que dí con el que tenía mi nombre.
Al verlo, me preocupó un poco la forma y su tamaño, sopesándolo antes de abrirlo, temiendo que no fuera lo esperado.

Y no lo fue...

Al abrirlo, me encontré con un muñeco de pelo natural y cuerpo de tela bastante raro y feo.
Increíble...¡Los Reyes se habían equivocado!
Me lancé sobre todos los paquetes buscando mi pelota... Pero nadie había recibido una.
Me fui a dormir y dejé mi regalo abandonado en el patio.
Mientras trataba de conciliar el sueño masticando mi bronca, no lograba entender por qué no había recibido lo pedido. Después de todo... Era una nena buena.
Sin respuestas, me quedé dormida.
A la mañana me desperté de golpe con la solución: el muñeco... ¡Era de tela y plástico duro! Evidentemente los Reyes habían combinado un juguete que mis padres aprobarían y que a mí podía servirme para lo que quería.
Corrí en camisón hacia el patio y encontré mi regalo donde lo había dejado.
Primero lo abracé y después con la punta de mi pie comprobé que era duro y resistente, perfecto para la patada goleadora de fútbol callejero.
Mi abuela, que estaba levantada, observando mi comportamiento me dijo:

-¿Te gustó?

Sonriendo le contesté:

- Se llama Pelota

Y sin decir una palabra más, la sabiduría infantil metió un gol de media cancha.


De: "Cuidado al cruzar" [http://nenacuidadoalcruzar.blogspot.com/]

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1 Opiniones:

Virginia Prieto dijo...

recién veo que está colocado aquí

gracias!