05 octubre 2010

Lecciones de cocina

[Nota del editor:
Para una mejor apreciación, se condensaron tres post en uno.
Postear sólo uno de ellos les restaría valor.]


Lección de cocina

- Mi amor, haces unos huevos fritos rápido?
- Si cariño.
Puse el sartén de teflón al fuego, le metí un chorro generoso de aceite de oliva y rompí dos huevos dentro. Como empezó a saltar aceite, tapé el sartén y prendí el extractor, después me puse a limpiar las gotitas de aceite que habían salpicado. Hacía muchos años que no comía huevos fritos, aunque eran mi comida favorita cuando era niña. Me gustaban con la yema bien cocida. Algunos minutos después saqué la tapa y miré los huevos. Empezaban a quedar negros abajo, pero la yema seguía blanda. Sacudí un poco al sartén para que los bañara el aceite, pero como me saltó una gota y me quemó volví a taparlo.
- ¡Mi amor, hay olor a quemado! Dijo mi novio mientras me sacaba de un empujón de la cocina, apagaba el fuego y sacaba la tapa del sartén.
Una columna de humo negro se elevó desde los huevos. Menos mal que estaba prendido el extractor. La mirada de estupor de mi novio fija en los huevos me hizo pensar lo peor: ¿se quemaron?
La respuesta fue una lista larguísima de preguntas y autorespuestas sobre la cocción del huevo frito que terminó con un grito desesperado:
- ¿Es posible que realmente no sepas cocinar ni un huevo frito?
- A mucha honra.
No es fácil llegar a los 30 años sin saber cocinar, acaso piensas que otros no lo han intentado antes? Pero he resistido impasible.

Sin embargo, ese día aprendí mi primera lección de cocina:
Cuando los huevos empiezan a quedar negros, ya están prontos.


Lección de Cocina II

- Amor mío, mira las papas por favor.
- Si cariño.
Que olor más repugnante a fritura. Prendí el extractor y me paré frente al sartén donde se freían las papas. Aproveché para pulir bien pulida la palangana mientras iba secando las gotitas de aceite a medida que saltaban, siempre mirando las papas. Destesto el desorden. Pensé en aquella vez cuando hicimos papas fritas en casa, en el sartén cuadrado sobre la garrafita. Yo estaba al mando junto con Juan Andrés. Soledad se mantenía alejada y solo pasó cerca del sartén que hacía equilibrio sobre la parrilla mal puesta para ir al baño. Justo cuando una chispa de aceite quemó a alguien, que se asustó, y le di un golpe al sartén. Niños, sartén, papas y aceite volaron por el aire cada uno en distinta dirección. A Soledad le quedó una marca en la pierna por años. Pienso que a mi me quedó un trauma. De un momento a otro las papas estaban oscuras, entonces decidí girarlas. La maniobra era complicada y mientras tanto algunas papas empezaban a ponerse negras.
- Mi amor, hay olor a quemado, ¿estás mirando las papas?? Sentí el grito que venía de la terraza junto con los pasos agitados por la escalera.
- Si cariño, las estoy mirando.
La mirada de asombro y odio de mi novio me llenó de terror. – Si estabas mirando las papas, ¿por qué se quemaron? ¿Porqué no apagaste el fuego? Me preguntó con desesperación.
No se me ocurrió ninguna respuesta.

Ese día aprendí mi segunda lección de cocina:
Cuando las papas se ponen negras, ya están prontas.


Lección de Cocina III

- Mi amor, pones los ravioles a hervir?
- Si cariño.
El había preparado la salsa, con medio kilo da carne picada, media cebolla, una botella de salsa de tomate y condimentos varios que no recuerdo. Llené una olla grande de agua y le puse medio puño de sal, según me había indicado. Cuando el agua estuvo hirviendo eché los ravioles. El envase no decía los minutos. Hay que probarlos, me explicó mi novio mientras se iba a sentar a la mesa con el parmigiano en una mano y el rallador en la otra.
Después de varios minutos probé uno, pero me pareció un poco duro. La olla salpicaba gotitas de agua espumosa que yo iba limpiando a medida que caían. Varios minutos después volví a probarlo y esta vez me pareció blando, pero una voz en mi interior me decía: déjalos un momento más, solo un momento más. Estaba por probar un tercero cuando apareció mi novio y me espetó: - ¿no ves que se están deshaciendo? Con un movimiento rápido sacó la olla del fuego y volcó los ravioles sobre el colador que yo habia preparado. Después los volcó con furia sobre la fuente con la salsa y los llevó a la mesa sin decir nada más.

Lección tres: los ravioles no se ponen negros cuando están prontos.


(De: La vida secreta   [ http://www.caperucitaslife.blogspot.com]





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