Hoy es uno de esos días malos que no tendría que estar en el calendario.
De hecho yo quiero borrarlo como no vivido y no es por nada grave,
sino por lo improductivo e inútil que ha sido.
Me siento como si fuera un piano abandonado en un rincón,
polvoriento y con las teclas amarillas, que nadie tiene interés en tocar.
Estoy en una angustiosa espera a la que tengo que añadir
la convivencia con mi marido, que está presto a dejar de serlo
y con mi hijo con el que tengo continuos enfrentamientos.
No veo a mi hija mayor desde hace tiempo, ni a sus hijos
y lo peor es que cada vez me siento más alejada de ellos,
para que este olvido no me haga daño.
Prefiero ese distanciamiento a vivir en primera línea de fuego
y aguantar el constante reproche de mi hijo, sus quejas, sus acusaciones.
Todavía no sé que va a ser de él.
Debo agradecer a mi hija mediana su trato correcto, sin efusiones, pero natural.
Recuerdo con la ilusión que emprendí este camino, tan joven y tan responsable.
Sabía que estaba abocada al fracaso, pero era más fuerte el amor que sentía por él.
Le conocía lo suficiente para saber a lo que me exponía,
pero entonces ya no concebía mi vida sin tenerle a mi lado.
Rescato la memoria mirando fotografías ajadas en blanco y negro
y compruebo que hubo un tiempo verdaderamente feliz y que valió la pena vivírlo.
Me veía fea y con infinidad de defectos y ahora, ya en la distancia, me veo guapa y estilizada.
¡Cómo perdemos el tiempo en tonterías, que nos quitan el sueño y nos amargan inútilmente!
El tiempo va limando las asperezas para que no nos hagan daño;
esas pequeñas cosas complicadas que al final no lo eran tanto.
Daño, eludir el daño.
Mi madre decía que yo no sabía sufrir, porque mi padre y ella me habían protegido mucho.
Benditos sean.
Seguiré.
De: "Con conocimiento de causa"
[http://blog.enfemenino.com/blog/see_474069_1/CON-CONOCIMIENTO-DE-CAUSA]
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